Publicado na Revista Eletrônica “La Onda Digital”, edição 470 – Uruguai, em fevereiro de 2010.
A partir del día 1º de diciembre de 2009, entró en vigencia el Tratado de Lisboa de la UE (Unión Europea), después de un tanto demorado como frustrado esfuerzo para la aprobación de una constitución para el bloque económico y político, debido a profundas divergencias entre los países miembros. Así, el Tratado de Lisboa fue el denominador común posible entre aquellos Estados que deseaban una mayor cohesión de la UE y aquellos que, por el contrario, pretendían apenas su ensanchamiento que abarcara un número mayor de países.
Entre los primeros, se contaban Alemania y Francia, mientras el líder de los que procuraban evitar una mayor integración era Inglaterra, un tradicional estado cliente de los Estados Unidos, que temen el surgimiento de cualquier rival de porte, ya sea en el área política, ya sea en el sector económico, como también en el campo militar. Los EE.UU. han procurado históricamente, a través de Inglaterra, influir en los rumbos de la UE.
El Tratado de Lisboa, que tiene aproximadamente 400 páginas, con otras 300 de anexos diferentes, estableció, en primer lugar, la personalidad jurídica de la UE, algo que no existía hasta el momento, dio mayores poderes al Parlamento europeo, que podrá manifestarse sobre temas de relevancia como justicia y presupuesto, y procura racionalizar la administración, en Bruselas.
Es más, el Tratado alteró la acción sistemática de vetos o de aprobación consensual para admitir decisiones por mayoría calificada, a excepción del área de defensa y también del sector fiscal. Sin embargo, el Tratado contempla la creación, por parte de un grupo limitado de países, de una fuerza de defensa europea, de adhesión no obligatoria.
Se debe mencionar, incluso, que la moneda única, el Euro, existente desde el inicio de 2002 y adoptado por 16 de los 27 países de la UE, también sigue siendo de curso no obligatorio por parte de los estados miembros, más allá de que su papel como moneda internacional de reserva haya crecido bastante desde su introducción, con la caída del dólar americano.
Se estima que el Euro va a salir fortalecido con los resultados de una mayor cohesión del bloque derivados del Tratado de Lisboa de una forma general, por la mayor gobernabilidad, y también en función de la creación de la personalidad jurídica de la UE, paso importante hacia un avance del federalismo.
Sin embargo, todavía persisten vulnerabilidades con relación a la moneda común derivadas de la falta de una política fiscal única, de una armonización tributaria y de un presupuesto global común al bloque. Dichas dificultades se mostraron más agudas recientemente cuando algunos países de la UE que adoptan el Euro pasaron a tener desequilibrios fiscales graves, como es el caso de Grecia.
El Tratado de Lisboa creó, incluso, dos cargos de líderes estables para la UE: el cargo de presidente del Consejo, con mandato de dos años y medio y el de ministro del exterior. Para el primero fue electo el político belga, Herman Van Rompuy y, para el segundo, la política inglesa, Catherine Ashton.
El futuro de la UE dependerá de como funcionarán sus instituciones a partir del Tratado de Lisboa.
Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte